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Mensaje del papa para cuaresma

La Cuaresma es un tiempo para un diálogo más profundo con Dios a través de la oración, para una renovada gratitud por la misericordia de Dios y para una mayor compasión por las personas cuyas vidas están siendo atacadas", así lo expresó el Papa Francisco en su mensaje anual para la Cuaresma, que comienza el 26 de febrero para todos los católicos de rito latino.

  1. El Misterio pascual, fundamento de la conversión. La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús. En este se resume el Misterio de un amor "tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo".

  2. Urgencia de conversión. Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado "que me amó y se entregó por mí" (Gálatas 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal.

  3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos. El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia (a veces dramática) del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.

  4. Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo. Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.


(Información e ilustración obtenida de la agencia de noticias ZENIT)

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